miércoles, 5 de diciembre de 2012

Harold Lloyd



Siguiendo el repaso por las grandes figuras del cine cómico en su etapa muda nos paramos a repasar la carrera de Harold Lloyd, una de las caras más representativas de este estilo de cine basado en gags visuales dotados de cierta dosis atlética y porque no decirlo con un violencia ciertamente recurrente en lo que se vino a conocer como el slapstick.

Al igual que otros de los más grandes representantes de este tipo de cine Lloyd pronto desenvolvió una serie de rasgos de identidad definitorios. Si de Buster Keaton todos recordamos su rostro impenetrable carente de sonrisa y de Chaplin sus anchos y raídos pantalones contrapuestos a su ceñida chaqueta que siempre acompañaba de su bastón y su bombín de Harold Lloyd recordamos esas grandes gafas de pasta y su sombrero de paja acompañados de esa eterna sonrisa.

Sin embargo su entrada en el mundo del cine no fue tan vocacional como otros de sus compañeros de profesión, de hecho Harold Lloyd no era más que un simple acomodador cuando su amistad con un conocido por quel entonces actor de la época le reporta sus primeros papeles como extra. Su mente despierta, sus ganas de aprender y el entusiasmo con en que afrontaba sus trabajo lo llevan a ir evolucionando desde extra hasta lograr pequeños papeles y tras una breve formación (que le sirve para trabar amistad con el futuro productor de Hollywood Hal Roach, pieza fundamental en el futuro devenir de Lloyd en el cine) da el gran salto al cine de Hollywood.

Sus primeros papeles datan de 1917. Son una serie de cortometrajes, que nos solo le sirvieron para modelar su personaje y tomar conciencia de lo que estaba suponiendo la irrupción del cine en la sociedad de la época. Sino que con ellos poco a poco fue dándose a conocer para un público cada vez más creciente. De esta época datan cortos como  “El chef”, Habla con papá”, ambos de 1919 o "Aparición de fantasmas”  de 1920


Gracias al gran éxito y popularidad alcanzada por este puñado de cortometrajes a lo largo de dos años el salto al largometraje iba a ser cuestión de tiempo y así lo logra en 1921 en una de sus películas más recordadas “Marinero de agua dulce”.


Harold Lloyd ya era considerado como una de las caras principales del cine cómico y así sus éxitos se iban concatenándose, esta vez ya en forma de largometrajes. Sucediéndose títulos como El doctor Jack” (1922), “El tenorio tímido” (1924) u otro de sus grandes aciertos “El estudiante novato” (1925).



Sin embargo es en 1923 cuando Harold Lloyd se convierte en mito al protagonizar “El hombre mosca”, sin duda su película más recordada, que nos deja para la posteridad la famosa y arriesgada escena del ascenso al edificio, anticipando escenas dignas de King Kong o del mismísimo hombre araña.


La transición al sonoro fue dura y trabajosa, aunque al igual que Chaplin, supo sobreponerse a una novedad que venía a modificar no solo la forma de hacer comedia sino la de entender un cine hasta aquel entonces basado en la mímica. Su primera aportación al cine sonoro viene ya en 1929 con ¡Qué fenómeno! .



Sus dos grandes aciertos una vez iniciada esta etapa fueron “Cinemanía” (1932), que le mismo dirigió y sobre todo la que viene siendo considerada como su mejor obra en el cine sonoro “La vía láctea” (1936), firmada por un Leo McCarey en lo mejor de su carrera por aquel entonces.


Tras la década de los treinta su aportación se fue haciendo más gradual y solo con esporádicas apariciones como “¡Oh que miércoles!” (1947). Un gradual vuelta al anonimato, que dedicó para ponerse al día con múltiples proyectos personales, hasta su muerte en los setenta que sin embargo no resta pizca de mérito a este pionero de la comedia hoy en día considerado como una de las caras fundamentales a la hora de entender este género

Lloyd a la derecha junto a otros dos genios del humor como Keaton y Tatì

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