domingo, 25 de noviembre de 2012

Burt Lancaster



Burt Lancaster es recordado como todo un héroe de aventuras, que además supo aprovechar el tirón del cine negro para convertirse en una de sus caras más reconocibles, que por si no fuera poco triunfó en el western, género por antonomasia para los norteamericanos y llevó a cabo un de las carreras más prolíficas y longevas que se recuerdan, con apariciones de gran talla hasta prácticamente la fecha de su muerte. Es sin duda uno de los iconos del Hollywood clásico y uno de los actores más reconocidos y reconocibles de todos los tiempos.

Su debut no pude ser mejor ya que fue en uno de los títulos imprescindibles de cine negro con “Forajidos” (1946) no solo se adaptaba de forma genial un relato de Hemingway, sino que nacían para el gran público Burt Lancaster, en su primer papel y Ava Gardner, que si bien es cierto que a diferencia de su compañero de reparto ya llevaba unos años por Hollywood este si fue su primer papel de relevancia.


Esa fulgurante y exitosa aparición le abre las puertas de Hollywood de par en par y pronto se lo empieza a reconocer en distintos trabajo de cine negro, si bien ninguno a la altura de su primer filme. Ejemplo de este tipo serían “La hija del pecado” (1947), “Al volver a la vida” (1948) u otro gran título del género como “El abrazo de la muerte” (1949).



Y así de pronto le llega la oportunidad de enrolarse en una cinta de aventuras, amparándose en su pasado como trapecista, el título uno de los grandes dentro de este género: “El halcón y la flecha” (1950) causa furor entre el público y pronto se lo compara como el sucesor de Errol Flynn, toda un referencia en el cine de aventuras y el de capa y espada o piratas.


Al igual que como lo sucediera en los cuarenta con el género negro el gran éxito de “El halcón y la flecha” dio la posibilidad a Lancaster de poder filmar una serie de películas de aventura que lo definirían de la misma forma como un rostro muy reconocible en este tipo de cine, así que a lo largo de los cincuenta lo podemos ver en “Diez valientes” (1951), “El temible burlón” (1952) o “Su majestad de los mares del sur” (1954).


En 1953 participa en lo que la postre sería otro de sus grandes títulos, encabezando un reparto de auténtico lujo en una historia ambientada en la segunda guerra mundial en el famoso y doloroso para los EEUU ataque de Pearl Harbor. “De aquí a la eternidad” es la película del año, alzándose con la nada desdeñable cifra de ocho Oscar en la gala de ese año y convirtiéndose en una de las películas más rentables de Hollywood y una de las más recordadas.


Si bien ya había flirteado con el western años atrás, la década de los cincuenta también es la que viene a imponer una serie de títulos que quedarán ligados a la figura del actor como cara relevante del género típicamente americano. Surgen títulos como “Apache” (1954) en donde interpreta a un indio, Vera cruz” (1954) en un de las incursiones de nuestra Sarita Montiel en el cine de Hollywood, El hombre de Kentucky” (1955), la inolvidable “Duelo de titanes” (1957) midiéndose al gran Kirk Douglas en una de las muchas versiones del duelo entre Wyatt earp y “Doc” Holliday o acompañando a Audrey Hepburn en “Los que no perdonan” (1960)




Otro papel muy especial para el debido a su pasado circense es “Trapecio” (1956), una historia de amor, celos, orgullo y superación desde las alturas con un trío protagonista de excepción en una pretenciosa cinta que intentaba aunar en drama romántico con el mejor cine de aventuras.


Curiosamente su primer y único Oscar llega recién estrenada la década de los sesenta con un papel dramático, alejado del reconocido aventurero u hombre duro, por el que era reconocido. En “El fuego y la palabra” Lancaster encarna a un embaucador que con su verborrea y buena presencia se gana la vida como predicador engañando a buenas gentes.


La década que se iniciaba también la iba dar la oportunidad a Lancaster de dejar su impronta en el cine bélico con tres aportaciones más que meritorias primeramente formando parte de un elenco espectacular en “¿Vencedores o vencidos? (1961) y después en otras dos películas centradas en el ocaso de la segunda guerra mundial y que son no solo toda un referencia del género, por una parte “El tren” (1964) de Frankenheimer y “La fortaleza” (1969) de Sidney Pollack.


Esta fue una década también prolífica en su aportación al western con títulos de distinto calado como “La batalla de las colinas de whisky” (1965), “Los profesionales” (1966), centreada en la revolución mejicana o “Camino de la venganza” (1968). Toda una serie de títulos, que sin llegar a ser obras maestras del género le siguen aportando buenos papeles a un Lancaster que empezaba a apreciar su madurez.



Y hablando de buenos papeles destaca en esta época su aparición en todo un clásico del cine carcelario, la aportación de Lancaster en “El hombre de Alcatraz” se antoja todo un acierto a la vista de la riqueza del personaje que interpretada, que lo lleva a plantarse por luchar por su segunda estatuílla en la gala de los Oscar.


Durante la época Lancaster viaja a Europa para aportar su presencia a uno de los mejores filmes de todos los tiempos como cabeza presente de la decadencia de la aristocracia italiana  del siglo XIX en la famosa novela de Lampedusa “El gatopardo” (1963) transformada genialmente por Visconti en un película sublime a la par de bella.


Ya en los setenta la calidad, que no cantidad, de sus apariciones se ve mermada así se lo puede ver como ”Scorpio” (1973), en un filme sobre el espionaje en la guerra fría, en westerns crepusculares como “La venganza de Ulzana” (1972) o colaborando de nuevo con Visconti en “Confidencias” (1974), aunque sin duda su trabajo más importante de este época es haber formado parte del elenco de actores de una de la obras cumbre del cine de Bertolucci y todo un gran retrato del siglo XIX en “Novencento” (1976)




Ya en su vejez y en plenos ochenta destaca otra importante aportación en un filme de Louis Malle “Atlantic city” (1980) que incluso le ofrece la oportunidad de luchas por última vez por hacerse con otro Oscar.


De esta última época son también otras obras destacadas como la excéntrica comedia “Un tipo genial” (1983) o la que a la postre sería su despedida del mundo del cine con “Campo de sueños” (1989) ya que cinco años más tarde fallecía, ya mudo y en silla de ruedas tras un apoplejía, víctima de un infarto al corazón.


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