miércoles, 4 de abril de 2012

Ingmar Bergman


Ingmar Bergman pasa por ser no solo uno de los grandes directores suecos y europeos sino un de las piezas claves de la evolución del cine a lo largo de estos más de cien años de existencia.

Nacido en Uppsala (Suecia) en el seno de una familia luterana (su padre era pastor) con fuertes convicciones religiosas el joven Ingmar llevó a cabo una serie de vivencias que influirían claramente su cine tan personal y metafísico. Vivencias como los castigos, la importancia de la moral, una particular visión teológica, el pecado o la obsesión por la muerte que tanto y tanto remarcará en sus películas a lo largo de los años.

Lejos de encauzar su vida dentro de la moral luterana imperante en su familia, Bergman se instala en Estocolmo a fin de estudiar arte y literatura. Su inquietud por saber y el ambiente bohemio imperante en la capital sueca acercan a Bergman al famoso teatro de Estocolmo, que tanto había influenciado en otras estrellas suecas como Greta Garbo o Ingrid Bergman. Ante tanto talento reunido sería cuestión de tiempo que Ingmar Bergman comenzase a interesarse por un mundo que cuento más conocía más le fascinaba. Era un mundo en donde poder expresar sus sentimientos hasta entonces enclaustrado dentro de una coraza conformada a base de una férrea educación.

El paso al cine era cuestión de tiempo y se produjo de forma natural. La empresa más importante del cine nórdico Svensk Filmindustri se fijo en el potencial  talento del joven director y decidió apostar por el. El resultado quedó plasmado en prácticamente cincuenta películas, muchas de ellas grandes obras maestras, que a lo largo de casi sesenta años vieron la luz de la mano de este binomio productivo.

Su debut se produjo en 1946 con “Crisis”, una obra que pase no hallarse entre sus más reconocidas ya deja la impronta bien marcada de lo que sería el cine del director sueco.


Pese a comenzar a encadenar títulos reconocidos no solo en su país como “Prisión” (1949), “Tres mujeres” (1952) su primera gran obra vista ya de una manera retrospectiva (puesto que en su día pasó algo desapercibida) fue “Un verano con Mónica” (1953).



Hay que esperar a finales de los cincuenta para poder ver sus primeros títulos de relevancia internacional con “Sonrisas de una noche de verano” (1955) consolida definitivamente su prestigio europeo y con “Fresas salvajes” (1957) y “El séptimo sello” (1957), aparte de convertirse en dos de sus títulos clave, logra el reconocimiento de un sistema tan en la antípodas de su cine como el estadounidense.



Los sesenta no pueden empezar de mejor forma para el director sueco, con el público y la crítica norteamericana totalmente rendidos a su forma de ver el cine, abre la década con dos Oscar consecutivos a mejor film de habla no inglesa por “El manantial de la doncella” (1960), impresionante historia ambientada en un relato de Suecia rural y medieval y “Como un espejo” (1961), minimalista drama psicológico sobre los conflictos  relaciones humanas.


Esta década también viene marcada por otras dos obras por ser cada una de ellas el debut de dos de las actrices fetiche del director. “El silencio” (1963) le sirve de debut a Ingrid Thulin y “Persona” (1966) a parte de ser uno de los filmes más intimistas y celebrados del director es el debut de su compañera y aprendiz Liv Ullmann.


La década se cierra con tres buenas colaboraciones entre Ullmann y Bergman “La hora del lobo” (1967), “La vergüenza” (1968) y “Pasión” (1969), tres películas con el telón de fondo de la reclusión y la soledad como medio para combatir a la sociedad.



Si siguiente gran éxito es la desgarradora “Gritos y susurros” (1972), crudo retrato de la muerte a través de las vivencias de tres hermanas que se reúnen en el lecho de muerte de una de ellas para rememorar distintas etapas de la vida.


Con “Secretos de un matrimonio” (1973) (otra de sus obras más logradas), Bergman psicoanaliza los conflictos de pareja a través de las vivencias del matrimonio ficticio y vacío entre Liv Ullmann y Erland Josephson. Matrimonio que el propio Bergman uniría treinta años más tarde en lo que sería su despedida de la gran pantalla “Saraband” (2003).


El psicoanálisis será una constante en los últimos años de Bergman, tanto en “Cara a cara” (1976) como en “De la vida de las marionetas (1980) ser verá al autor sueco tratar la angustia personal con el psicoanálisis. Son obras que influyen de sobremanera en la mente de otro genio como es Woody Allen, que reconoce al autor sueco como uno de sus más gran influencias.


Bergman cierra los setenta con dos películas coproducidas por Alemania. “El huevo de la serpiente” (1977) thriller que repasa el lado más oscuro del nazismo y “Sonata de otoño” (1978) una muestra más de la relaciones paterno-filiales y que lo reúne además con una ya veterana Ingrid Bergman.


La última gran película de Bergman es una especia de autorretrato de su infancia (nunca confirmado por el) que le depara su tercer y último Oscar con “Fanny y Alexander” (1982), historia centrada en las vivencias de dos niños en una familia acomodada del principios del siglo XX en Suecia, aparte del Oscar a mejor film de habla no inglesa la película también se alza con otras tres estatuillas, destacando el Oscar a mejor fotografía como premio a Sven Nykvist, uno de los mejore s y principales colaboradores de Bergman a los largo de su filmografía.


Tras “Fanny y Alexander” la vida fílmica de Bergman se reduce a un puñado de colaboraciones y proyectos para la televisión hasta la ya citada “Saraband”, a modo de epílogo cinematográfico. El 30 de julio de 2007 fallecía en sus retiro en la isla sueca de Faro, precisamente el mismo día que nos dejaba Antonioni, otro de los grandes tras las cámaras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario