miércoles, 18 de enero de 2012

Sophia Loren


Sophía Loren es a día de hoy una de las pocas muestras vivas de la fastuosidad pasada de Hollywood, auque lejos de los grandes años de las mayors, Sophía Loren pasó a formar parte del estrellato americano allá a finales de los años cincuenta gracias a su físico espectacular, su buen hacer en el cine italiano y la inestimable ayuda de su marido el productor Carlo Ponti.

Pese a nacer en Roma, Sofía Villani Scicolone (su verdadero nombre), crece cerca de Nápoles, lo que hace que ella se considere orgullosa como una napolitana más y su vez desarrolle ese desparpajo y esa pasión tan características de la zona, que tan bien supo desarrollar en sus películas.

Su carrera comienza pronto. Un vez pasada su adolescencia, su curvilínea figura (que más tarde el cine acuñaría como maggiorata, junto a sus compatriotas Lollobrigida o Mangano, orgullosas de lucir sus curvas) pronto le abre las puertas para trabajar como modelo. Tras ganar varios certámenes de belleza (entre los que destaca su puesto de finalista en Miss Italia) comienza trabajar como modelo de fotografía y fotonovelas, de ahí pasa a extra de cine y el productor Carlo Ponti se fija en su descomunal belleza y su gran potencial como actriz y decide apostar por ella, no solo como una futura actriz sino incluso como su mujer.

Tras una serie de peplums, muy de moda en la Italia de aquella época, que le sirvieron para lucir figura en dentro de minúsculas túnicas comienza a adquirir prestigio en Italia con intervenciones como “Juzgado a la italiana” (1954) de Steno, “La ladrona, su padre y el taxista” (1954) de Alessandro Blasetti y sobre todo “Pan, amor, y…” (1955) de Dino Risi. En ese momento Ponti decide que el momento de que Sophia debute en Hollywood había llegado.



Su debut viene de la mano de Henry Hathaway en “Arenas de muerte” (1957) y como pareja de una estrella tan consolidada como John Wayne. Pese a no ser uno de los títulos punteros en su carrera le da la oportunidad de darse conocer y conseguir interesantes propuestas.


Los siguientes años son cruciales para Sophia, rueda a un ritmo frenético y consigue aparecer en grandes títulos de la época como la monumental “Orgullo y pasión” (1957) de Stanley Kramer sobre la guerra de la independencia y rodada en España, “Cintia” (1958) de Melville Shavelson, una comedia romántica con Cary Grant, o como bella cabaretera en el western “El pistolero de Cheyenne” (1959) de George Cukor.


Su gran momento llega en 1960 con el Oscar a mejor actriz, hasta ahora el único de su carrera (si exceptuamos el honorífico de 1991) y curiosamente en una película italiana: la desgarradora “Dos mujeres” de Vittorio de Sica, ambientada en la Segunda Guerra mundial y en la que representa a la auténtica madre coraje, sacando con ello lo mejor de su repertorio.


Los sesenta van a suponer un alternancia a la hora de rodar en Italia o fuera de ella. Dentro de su país rueda títulos interesantes como el experimento “Bocaccio ´70” (1962), concepto creado por cuatro directores punteros de la Italia de la época (Fellini, Monocelli, De Sica y Visconti), una de las películas más célebres del cine italiano “Matrimonio a la italiana” (1963) de Vittorio De Sica, de junto a Mastroianni. Fuera de Italia es la Doña Jimena de “El cid” (1961) de Anthony Mann (con quien repite en 1964 con “La caída del imperio romano”) o participa en lo que sería la última película de Charles Chaplin “La condesa de Hong Kong” (1967).



Los setenta son el comienzo de su declive, en cuanto a aparecer en películas se trata. Sigue alternando entre Italia y América, pero ya pocos títulos destacables aparecen en esta década: “Los girasoles” (1970) de Visconti, “El viaje” (1972) de De Sica o “El puente de Cassandra” (1976) de Cosmatos.


Desde entonces las apariciones de Sophia son esporádicas, a parte de esperadas como agua de mayo. De sobra es conocida su aparición en los noventa en “Pret a Porter” (1994) de Robert Altman y esperada y aclamada su reciente y estelar aportación en “Nine” (2009) de Rob Marshall, hasta ahora su última aparición en la gran pantalla.



Por lo tanto un merecido post que reconoce la valía de la para muchos mejor actriz italiana de todos los tiempos. Lo que es indudable es la trascendencia que la figura de Sophia Loren trajo para el cine del país transalpino en una época en que parecía adormecido frente a la gran expansión de cine americano y la frescura del cine francés.

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